Por Jahaira Barradas Maldonado


Alguna vez me pregunté qué tan cierto es lo que muchos en el ramo dicen por ahí; que todo reportero o quien busca serlo, debe correr con algo de suerte. Suerte de la buena.

Parecía alguna  frase más, dicha y proliferada por los colegas que  aconsejan a los nuevos reporteros sobre el difícil campo del quehacer periodístico, y cómo no morir en el intento, o por lo menos escurrirse sin lesiones de gravedad.

Todo sucedió a partir de un hombre mayor al que conocí, aunque no lo crean, en la iglesia.  Más que inteligente, don Ignacio es sabio; culto y muy simpático, aunque  por demás parlanchín y vanidoso. No era la figura del hombre lo que me interesó, sino todo lo que podía decirme y que de hecho, lo hizo.

Caminábamos en el atrio de la Catedral de Puebla; amarrando el último tema de nuestra conversación, cuando yo, sin saber lo que pasaría después que le dijera lo que estaba por decirle, se lo dije: “Muchas gracias señor, pero tengo que retirarme, debo ir al museo de los hermanos Serdán”

¿Vas al museo Serdán?, él lo reparó- me dijo el señor Ignacio, mientras señalaba  con su corto y chueco dedo índice  a un hombre algo robusto de piel acanelada, color  con el que coincidían las gafas de sol que llevaba puestas. No vestía nada ostentoso, podría pensarse que para él era uno de esos días grises en lo que te pones lo que sea, con tal de no salir en cueros, o simplemente es uno de esos intelectuales contemporáneos que tratan de pasar desapercibido.

“Deja te lo presento, es el maestro Sergio de la Luz Verdejo, un hombre de fe también  (así como él lo es); ha sido curador del Museo Amparo, director de obras públicas, participa en modificaciones para la Catedral,  reparó el Teatro Principal, la casa del Alfeñique, el Museo Bello y ahora el museo de los Hermanos Serdán, te lo voy a presentar para que lo entrevistes, él sabe mucho”. Me dijo don Ignacio mientras yo trataba de explicarme el punto aquel del que hablaba, el de la buena suerte. Obviamente sólo en mi cabeza.

Nos acercábamos a aquel que se recargaba en una de las bardas que amurallan la catedral, el señor Sergio; quien platicaba con otras dos personas, un hombre y una mujer. Según don Ignacio podría preguntarle lo que quisiera, no sin antes de que él me lo presentara.

Lo alcanzamos y ellos se saludaron como lo hacen dos buenos amigos, arreglaron un adeudo que tenían entre ellos, y don Ignacio le dijo: “Te presento a esta niña, es estudiante de Periodismo de la UPAEP, te quiere hacer unas preguntas, tú dile”. Le dijo como si fuéramos él y yo, conocidos de toda la vida.

“¿Ah sí?” preguntó confuso Sergio  “¿y qué me quieres preguntar, eh?” dijo refiriéndose a mí, pero no le pude responder porque apenas intentaba abrir la boca cuando don Ignacio le dijo “es sobre la restauración del Museo Serdán, ya le dije que tú lo reparaste, igual que el teatro principal, la Casa del Alfeñique…y repitió una vez más parte de su currículum vitae, como para que no me quedara duda sobre con quiénes se relaciona.

“Si ya le dije que se junte conmigo- hablaba de mí- a ver qué podemos hacer” dijo Don Ignacio a de la Luz mientras se marchaba; porque había terminado con lo que tenía que hacer, presentarnos y además porque tenía una cita para tomar el café con un cliente, en los portales del zócalo capitalino.

Fue entonces que ya sin don Ignacio ni los otros dos sujetos que estaban con él antes que yo, me dijo:

“Pues mira, la restauración del Museo de los Hermanos Serdán fue muy completa: se restauró la caballeriza, la tienda de zapatos, el cuarto desde dónde se dio el tiroteo…en fin, eh. Fue una reestructuración completa, obviamente respetando las marcas de las balas y todas esas cosas importantes. Se hizo a partir de la celebración del Centenario de la Revolución y a favor de promover a Puebla como cuna de la Revolución mexicana, eh. Además de que hacía cuarenta años que no se le invertía un sólo peso a la casa, eh”.

“Déjame decirte que no sólo se restauró lo que es el museo, sino también las tumbas, los monumentos de bronce, las tumbas de plata, lo que es alusivo a esta celebración, eh. Todo por una iniciativa del Gobierno del  Estado de Puebla en conjunción con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)”

–          ¿Trabaja ahí? ¿de qué?- Le pregunté evidenciando la mayor de las ignorancias.

–          Soy perito del INAH y encargado de todas las restauraciones que se hacen, eh.

Yo seguía sin creer que, sin haberlo buscado o siquiera pensado, me topara con la persona indicada para la entrevista. Así que traté de que el día siguiera valiendo la pena; aunque tuviese que improvisar.

–          Yo he escuchado que el museo es muy bonito, la verdad es que todavía no lo conozco, me dirigía hacia allá hasta antes de conocerlo; ahora tendrá que ser después; pero leí en internet algunos comentarios de gente que sí ha ido, hay algunos alentadores y otros que sólo hablan mal, critican que todo es viejo y feo. Lo cual me parece curioso en una parte, no en que digan que es feo, porque cada quien tiene una opinión distinta de lo bello, pero viejo…si es un museo, qué no es lógico? – le pregunté.

–          Mira, lo que pasa es que la gente siempre se queja. Nunca está conforme con nada, eh. Pero contrario a lo que me dices, lo que se trató de hacer con esta remodelación es justamente integrar la modernidad con la antigüedad, eh. Hay una explicación y un contexto, que es lo que la mayoría de la gente no toma en cuenta eh. Hubo una normativa muy fuerte por parte del Estado sobre lo que se tenía que hacer. Se hicieron estudios para saber qué tipo de balas se utilizaron, desde qué posiciones dispararon, todo eso, ¿cómo ves, eh?

Decía mientras yo trataba de contar las veces que repetía la muletilla, ¿cuál era eh?, al mismo tiempo que trataba de escribir letra a letra hasta donde pudiese para después recurrir a la grabación.

–          Por eso, para la restauración del museo, se involucró el trabajo de muchas personas: arqueólogos, historiadores, antropólogos, políticos porque ellos pusieron la lana, eh. No fue un trabajo fácil ni improvisado. Se hizo por gente que sabe y no que cree saber, eh.

Esto último, lo dijo como refiriéndose a alguien en particular,  un charlatán del que, supuso estaría al tanto.  Lo cierto es que no, y no pregunté por no incomodarlo.

–          ¿usted cree entonces que se cumplió con el objetivo que tenía la restauración? ¿quedó como lo esperaba? – pregunté sin vacilar.

–          Sí, claro. Porque se trató de llegar a hacer un museo que en un momento dado la gente entienda y pueda sacar sus conclusiones del hecho, a partir de lo que vea en el Museo de los Hermanos Serdán, eh. Por eso insistimos en la creación del contexto, porque mucha gente cree y dice que la familia Serdán era pobre, y eso no es cierto, eh. No eran de abolengo, pero no vivían mal, eh. De hecho en esa época, la economía, por lo menos en la ciudad, estaba bien eh. No así en las periferias, pero digo ya habían coches eh, claro que predominaban las carretas pero ya los había, y coches muy buenos.

Me decía efusivo mientras entrabamos a la exposición fotográfica de la revolución, que se encuentra en el edificio del Palacio Municipal o Ayuntamiento en el zócalo poblano.

Hizo la parada y me detuve con él:

–          Mira esta foto, ¿ves cómo se vestía la gente? Hasta los niños pobres llevaban sombreros y zapatos, eh. Es por eso que digo que en ésa época los negocios a los que mejor les iba eran a las zapaterías y al  señor que vendía sombreros.- Dijo con una burla discreta dibujada en su sonrisa.

–          ¿tú ves ahora a la gente pobre vestir de esa manera, eh? – me preguntó, aunque conocía muy bien que mi respuesta era un rotundo no.

–          Es que desde la famosa revolución de los grupos anti reeleccionistas las cosas no han cambiado en nada, incluso son peores, eh. Critican mucho, pero el mayor turismo nacional se hizo en esa época, eh. La gente del norte, se venía a la capital, por las vías que construyó Don Porfirio Díaz para pelear contra él,-(dijo sarcásticamente)- y todo por unos sombreros, o camisas; como hacen ahora los políticos, ahí andan regalando, playeras, termos; todo por el poder. Por eso la revolución sigue y seguirá. Porque la lucha por el poder no ha parado y no va a parar. Y nadie puede decir que hay un orden para esto.

Evidentemente lo que comenzó siendo una abierta y extensa explicación sobre las razones del por qué los poblanos, mexicanos y cualquier individuo deberíamos de conocer los lugares emblemáticos de la cultura e historia no sólo de Puebla sino de un México confuso,  y lo que significaba el Museo de los hermanos Serdán para la reconstrucción del entendimiento de éstas dos, comenzaba a tornarse de una manera, como algunos dirían, poco más politizada; con agudos comentarios y declaraciones importantes.

Le pregunté a Sergio a manera de pregunta inocente, si consideraba que la historia tenía en el lugar merecido a los hermanos Serdán: Aquiles, Carmen y Máximo.

Tardó unos segundos y contestó que no.

“No por muchas razones. Porque muchos hablan de que la revolución inició el 20 de noviembre, ahora decimos que se adelantó para el 18, pero lo cierto es que estos grupos revolucionarios, tenían años planeando y pensando una estrategia de ataque, eh. Y efectivamente había un acuerdo para que estallara el 20 de noviembre de 1910, ¿pero te imaginas a Carmen viajando Houston en busca de armas? eh. Tuvo que ser una cosa sumamente complicada, debió de haber sido mucho trabajo. Y por otro lado, también estoy seguro que Aquiles no murió en el hoyo, lo mataron a quema ropa, eh. O sea, desgraciadamente un día estando ellos en su casa comiendo unos tamales, uno de los chavos fue, ahora sí que por los chescos y dejó la puerta abierta. Claro que el jefe de la policía que ya los andaba buscando, se asomó, Aquiles lo vio, se asustó y le disparó porque pensó que ya los habían descubierto pero no era así. Entonces los militares, porque fueron militares los asesinos, eh, llegaron también a la casa y los mataron, por eso se adelantaron los enfrentamientos eh, no porque se les haya ocurrido”.

Dijo mientras en su rostro se manifestaba una profunda inconformidad. Y yo, yo sólo veía, escuchaba y callaba.

Cuenta la historia del Museo de los Hermanos Serdán que desde la noche del 17 de noviembre, se escucharon ruidos extraños en los patios y azoteas de la casa, temerosas las familias Pérez de la Rosa y Rojas Nieto, que también habitaban en la casa Serdán, huyeron despavoridos a un intento de asesinato. Al día siguiente, muy de mañana, regresaron  Manuel Pérez Díaz y una de las sirvientas y, al ver que no había sucedido nada, entraron a la casa. Se cree que alguno de ellos sin querer, dejó la puerta entreabierta,  cosa que el jefe de la policía de aquel entonces el Mayor Fregoso, aprovechando esa única oportunidad, entró a la casa con varios policías y militares. Máximo Serdán que se encontraba en el techo con cinco o seis obreros, dispararon matando en primera instancia al Mayor.

Fue entonces que comenzaron cientos de balazos y entraron los militares a matar sin saber si eran conspiradores o no. Encontraron muerto misteriosamente a Aquiles Serdán y  es entonces que se declara el inicio del movimiento revolucionario en México.

-“Ahora tienes que ir tú a sacer tus propias conclusiones, porque las que te dije, esas son las mías”–

Me dijo el Señor Sergio mientras nos despedíamos, para ir cada quien a la próxima parada de las rutas históricas de la ciudad de Puebla, la de los ángeles.

Tú, si aún no conoces esta parte de tu cultura y tu historia, ya no debes seguir pasando más tiempo ignorándola, porque sólo fomentándolas, es que el México revolucionario, de gente instruida y pensante, renacerá de entre las cenizas.

Atrévete a dar un paseo en el pasado histórico del país; la experiencia es formidable. Cada cuarto en esa casa, tiene un regalo cultural que hacerte. Un secreto que revelarte. Porque la historia es fantástica, siempre y  cuando la conozcamos y reconozcamos.

Sólo tienes que pedirle al chofer de la ruta, el taxi, el aventón o lo que sea, que te dejen ahí, en el corazón de la ciudad, justo en la calle seis, marcada con el 206 del oriente de este bello centro histórico poblano.

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"La catedral poblana"

Era la mañana de un viernes cualquiera; el tráfico en la ciudad, los transeúntes corriendo para alcanzar la otra acera, los motorizados ciudadanos intentando ganarles especio a los tan malos choferes de autobuses, y estos a su vez, cerrándole el camino a todo aquel  que sea un obstáculo entre sus camiones y los tan maltratados pasajeros.

Parada en la 31 poniente alrededor de las doce del día, el sol alumbraba en lo más alto, cegaba, picaba en la piel ya reseca y  ceniza, supongo que así sucede a casi todos en la ciudad de los ángeles, Puebla.

Había pasado más de media hora, dos camiones de la ruta 29, justo la ruta que necesitaba para llegar al centro de la ciudad, a los que sus choferes nada les importó la señal de parada que les hice  y continuaron su camino,  sin mí.

Insultaba al aire por aquellos dos “desalmados” que habían retrasado mi día, hablando sola, entre groserías y lloriqueos propios de una chiquilla malcriada; hasta que me di cuenta que el joven que se estaba estacionando justo a unos centímetros de dónde me encontraba parada, se reía de ver cómo maldecía a los que me dejaron botada y me callé por la vergüenza que me dio, más que por hallarme hablando sola, por mi florido lenguaje.

Continuaba con mis reclamos, pero sólo en la mente cuando, no muy lejos vi el color verde iguana distintivo de la ruta de camiones que tanto había esperado; lo intercepté metiéndome entre los coches y me subí, porque un tercero ya no me lo haría.

Después de un camino lleno de obstáculos que superar, semáforos que violar y pasajeros expuestos de cara a la muerte, a mi llegada al centro histórico, todavía no tenía claro lo que haría, qué lugar visitaría antes y cuál después, qué quería saber y cómo podría saber lo que quisiese; a quién podría preguntarle sin que me respondieran con un ¡no sé! O ¡deje de molestar! Tajante. Hasta que decidí, por bella, misteriosa y muy grande inmiscuirme en la Catedral Basílica de Puebla.

La imponente construcción, primero me llevó a intimidarme, después a sacarle unos cuantos retratos digitales y por último, sin saber por dónde empezar, a meterme en sus entrañas.

Había un hombre con cara de muy pocos amigos limpiando la entrada, al cual preferí no hablarle pues es bien sabido que, si de lejos parece gruñón, sólo un tonto se atreverá a averiguarlo de cerca…

Así que caminé un poco más y me topé con la Capilla de la Sábana Santa. Misma que aloja la imagen réplica de la original de la virgen de Ocotlán, patrona de Puebla y Tlaxcala, hecha por el escultor Bernardo Olivares Iriarte. Y allí, se encontraba Paty, limpiando esta  capilla que, según la descripción, sólo es abierta al público cada viernes Santo de la Semana Mayor, pero dicho por ella, se le sacaba lustre a cada imagen y mueble porque este domingo 5 de diciembre, se quitaría la reja que impide el paso a los fieles que desean ver la copia del “Santo Sudario” o “Sábana Santa”, quizá la obra más antigua de las más de tres mil con las que cuenta la catedral poblana, sospecha que nace porque al pie de la obra aparece la leyenda “copiada al original de Turín, 8 de abril de 1594”

Con recelo le pregunté dónde se encontraban los folletos que cuentan la historia pública de la Catedral Basílica de Puebla o Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, denominación dada por su advocación mariana. Ella, muy amablemente me contestó que ya los tenía, pero que todavía no sabía si ya podía venderlos; yo desconocía que tuvieran un precio y ella, al parecer también. En pocas palabras y dicho por ella misma, sabía muy poco sobre lo que le preguntaba.

Fue entonces que me insistió en preguntarle al sacristán de la catedral sobre todas esas cosas que ella no podía contestar; me dijo que él tenía ya muchos años sirviéndole a la catedral y que seguro me daría ciertas respuestas. Señalando a un hombre que se encontraba detrás de mí, al dirigir la mirada hacia su dedo, me di cuenta que me enviaba con aquel que describí con cara de gruñón con el que desde inicio había renunciado a entrevistar.

Me acerqué sigilosamente, no quería interrumpirlo en sus labores, pero realmente tenía que hacerlo.

– ¡Buenas días! – le dije

– ¡Buenas tardes! – respondió

En ese instante en mi cabeza se escuchó: “¡sabía que no debía hacerlo!”, sin embargo con una pequeñísima y nerviosa carcajada contesté, -es verdad, ya es de tarde-  y se escuchó un breve silencio al que no le permití gritar.

–          ¿Le puedo hacer unas preguntas?- y al puro estilo foxista me contestó:

–          ¿y a mí por qué? , yo ni estudiado soy, ¿qué le podría decir?

–          ¡ah! Eso no es ningún problema le dije, es sobre su experiencia como sacristán, sobre lo que ha vivido en todos estos años al servicio de Dios, sus pastores y fieles; le dije de manera quisquillosa. Y él sin mirarme, sólo asintió con la cabeza.

–          ¿cuántos años tiene como sacristán?

–          Muchos, ya ni me acuerdo – me contestó.

La respuesta no me servía de mucho, pero por algo se empieza, me dije:

–          ¿cómo es la vida en la catedral?

–          A veces con fieles, a veces sin fieles, pero siempre con gente que la mueve la fe y no sólo la curiosidad. – me contestó una voz distinta que se encontraba justo a mis espaldas.

–          ¿ah sí? Pregunté mientras giraba para conocer al personaje que no sólo se entrometía en mi charla con el sacristán sino que también como quien no quería la cosa, me dijo “fisgona”

–          Así es, me reafirmó, y le preguntó enseguida al sacristán a qué hora daba inicio la junta.

–          Le extendí la mano y con una sonrisa confusa dije: mucho gusto, Jahaira Guadalupe Barradas Maldonado.  Estudiante de Periodismo NOTA – En mi vida profesional como “reportera” únicamente suelo presentarme como Jahaira y ambos apellidos, me vi en la necesidad de declarar mi nombre completo para que no me tomaran por hereje u alguna otra denominación que me cerraría enseguida las puertas hacia toda la información que aún tenía que sacar…de dónde se pudiese.

–          Estoy en busca de información de la catedral puesto que quiero hacer un reportaje de ella. Agregué.

–          ¿Dónde estudias?

–          En la UPAEP  – le dije.

Para suerte, bendición o chiripazo mío contestó: Tengo un hijo que estudia ciencias de la comunicación ahí también. Sólo que ahora está en Madrid, España…por fe. Sólo vendrá a titularse en enero, ahí a la UPAEP.

Y recitó: Ignacio Javier, editor de ABC, asesor de cultura de la catedral y también de fe (dijo a manera de chiste sin serlo) ven por aquí, y me tomó del brazo llevándome justo frente a una placa empotrada al piso que según el señor Ignacio, son palabras dadas por el obispo y beato, Juan de Palafox. Si quieres léelo, pero está en latín, me dijo como dando por hecho que no entendería el significado, y no se equivocaba;  pronunció entre dientes y sólo para él la primera línea traducida al español. Y comenzamos un largo y ameno recorrido.

La catedral: un chapuzón  en sus castos rincones

–          Esta es una catedral hecha por fe, dijo. Mientras pasaba una pareja de féminas turistas, una de Francia y la otra del Distrito Federal, lo sé porque él les preguntó de dónde venían y la mexicana le respondió. Don Ignacio, parló unas cuantas líneas en francés mientras ellas apresuraban el paso.

–          Un día primero de mayo, se hizo oficial la beatificación de Don Juan de Palafox, un hombre de fe. Porque esta catedral está hecha por fe. Repitió.

Y mientras saludaba a muchos otros que trabajaban en la limpieza del lugar, incluida Paty, me dio un pequeño recorrido dentro de este patrimonio de la humanidad, sin parar de hablar de él, de Dios, su hijo, ¡ah! Y de la Catedral Poblana.

“Estas bancas –señalando las que rodean el Altar Mayor- las vamos a quitar. Porque antes aquí se danzaba y lo vamos a volver a hacer. Hay que alabar a Dios con flautas y cítaras, panderos; además es parte de nuestra idiosincrasia; a mí me encanta bailar, pero aquí no lo hago porque van a decir que estoy loco”- sonrió.

Mientras hablaba, llegamos frente a una reja que advertía prohibido el paso, habló a uno de los hermanos y le pidió que abriera.

Era la sacristía, un lugar al que según don Ignacio sí puede acceder cualquier mortal, pero con cierta cautela, pues se suscitó que antes, abierta al público todo el tiempo era, pero después unos pseudo guías turísticos entraban a hacer “desmanes” y por su causa al Sacerdote Antonio Fernández, ya lo querían meter a la cárcel, por eso se decidió el paso con reserva.

“Esta catedral, es la sede de la arquidiócesis en Puebla tiene a su cargo 70 iglesias más; por eso se llama Catedral, porque aquí se imparte la cátedra del obispo; además como toda la ciudad de Puebla, fue hecha por el sueño divino de Fray Julián Garcés, a quien Dios le dijo cómo sería, de qué manera se trazaría la ciudad, por eso las calles tienen un trazo perfecto de Norte a Sur, de Oriente a Poniente…porque todo lo que viene de Dios es perfecto, sólo que nosotros lo echamos a perder. Ésta es la ciudad de Dios” me dijo insistente.

“Pero es en verdad a Don Juan de Palafox a quien le debemos esta Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción; porque antes era de paja, estaba ahí dónde están los portales, pero un día se incendió. Entonces se mandó construir una sobre un campo santo, pero era muy pequeña, y Don Juan de Palafox dijo que no, que se tenía que hacer una más grande y se adquirieron los predios que ahora conforman el atrio”.

Los recorridos en la Catedral,  pueden realizarse en cualquier momento; siempre y cuando no se interfiera, distraiga o interrumpa los servicios de cátedra o misa. Se puede fotografiar cuanto se desee pero sin el uso del flash, porque se ha demostrado científicamente que el uso de este caluroso destello  deteriora las imágenes. Debe ser lo más sigiloso posible, respetando no sólo por ser la casa de Dios, sino porque es Patrimonio Cultural de la humanidad.

“La campana Mayor”

Se dice que la ciudad de Puebla, es de los ángeles porque fue construida por algunos de ellos. Sin embargo, entre los mitos, historias, dichos, cuentos o leyendas, lo que se cree varía de persona en persona y puede llegar a ser tan mágica o fantasiosa como ésta quiera creerla y contarla.

Aquí dos versiones sobre una de las leyendas más fuertes que alberga la historia de la catedral de Puebla:

Dice la historia del portal de internet del Gobierno poblano puebla.gob

A Puebla se le llama también Angelópolis, y las leyendas llenan el ambiente de aleteos y música celestial, sobre todo cuando un bien intencionado discurrió que el obispo Garcés, primero con ese cargo en América continental, soñó que del cielo bajaban una buena cantidad de ángeles armados de estacas, cordeles y utensilios agrimensorios, y siguiendo quizá alguna consigna divina, en menos que se cuenta trazaron calles muy rectas, orientadas como Dios manda; de norte a sur y de oriente a poniente, muy anchas para su tiempo, con una desviación correcta y bien pensada respecto al norte magnético, para que los vientos fríos e insanos del volcán la Malinche no dañaran a los futuros habitantes.

Tal maravilla despertó al prelado de tan singular escena; presto salió junto con sus criados a buscar ese lugar promisorio hasta encontrarlo.
Los ángeles volvieron al auxilio de los poblanos. Por algo se les había mandado, cuando se hacían los esfuerzos tremendos para subir a la torre de la catedral, la campana mayor: Doña María Palafox; de la noche a la mañana, el pesado instrumento estaba ya colgado sin que manos humanas intervinieran en el asunto.

En contraste con la historia publicada en el sitio web del gobierno poblano, don Ignacio Javier Juárez y García relata:

La campana mayor llamada campana María está puesta a más de 30 metro de altura, los costados de donde está puesta la campana, son mas angostos que ella; y en aquella época a esa altura, sin espacio cómo la iban a meter. Se piensa que habiendo sido fundida al pie de la torre norte o mayor, los ángeles la tomaron, y una madrugada sin que nadie supiera cómo ni quién, apareció colgada ahí donde se ve, amarrado un moño a ella y una dedicatoria a la Virgen María. Por eso se llama la campana María. Es una hermosa leyenda, todavía no se ha podido comprobar.

Como se ve, ambas historias coinciden en dos cosas: la primera, que han sido los ángeles, quienes colocaron la campana Mayor de la Torre Norte de esta Catedral Poblana y la segunda ninguna ha sido comprobada. Sin embargo, contrastan en algo evidente: en honor a qué María fue nombrada esta campana, sí a María la Virgen o la María de Palafox.

“La capilla de aguadores”

Sin duda alguna, la Catedral poblana está llena de míticas historias que casi todos creen, pero que ninguno ha podido comprobar. Tal es el caso de la capilla de aguadores, situada en el ala derecha de la construcción,  con entrada frontal y vista al atrio, y recientemente con una restauración en vísperas de ser terminada.

Cuenta la leyenda, que justo donde están sus cimientos pasaba un río, y que por esa razón, no se colocaron campanas de ese lado de la catedral.

A lo que don Ignacio dijo lo siguiente:

“No se colocaron campanas de ese lado, porque se acabó el dinero, no porque pasaba un río; y lo del mito surgió por el nombre “Capilla de aguadores”, pero no había agua, bueno de alguna manera sí. Si porque todos se venían a tomar aquí, pero no es verdad que hubiera un río”. Y esto sí  ha sido comprobado.

“La Puerta del Perdón”

Seguramente alguna vez todos o casi todos hemos escuchado hablar o mencionar siquiera a la famosa Puerta de Alcalá, pero ¿sabes algo sobre la Puerta del Perdón?

Llamada así, porque al atravesar por esa puerta  y entrar a la catedral en oración, Dios te concede indulgencias que te acercan al perdón divino. Es por eso que esta entrada que permanece gran parte del tiempo completamente emparejada, causa tanta controversia e interrogantes entre los fieles y curiosos que buscan un perdón o desmitificar el mito.

Existe un rumor muy fuerte entre los poblanos que cuenta que la puerta más grande de la Catedral, es abierta tan sólo una vez cada cien años. Que por eso es tan difícil alcanzar el completo perdón de los pecados y sólo algunos privilegiados pueden alcanzar la purificación de sus almas.

“La Puerta del Perdón sí es para conceder indulgencias, por ejemplo: si tú tienes un abuelito que piensas que le faltó algo o mucho aquí y quieres que Dios le conceda el perdón, en amistad con Dios, oyendo la santa misa y pidiendo por las intenciones del Papa, Dios lo toma y se lo lleva a descansar, pero no es una puerta que se abra cada cien años; apenas cuando se hizo el ordenamiento del arzobispo Víctor Sánchez se abrió;  también cuando vinieron los Reyes  se abrió; y cuando el Papa convoca a un año del perdón, se abre esta puerta, y esto no es cada cien años”. Dijo

Por lo visto otro de los grandes mitos y por qué no, aflicciones de cientos de poblanos que creen que no tendrán la oportunidad de alcanzar el perdón, ha sido aclarado. Ciertamente, no hay que esperar todo un siglo para aspirar al perdón de Dios. De hecho, es una trayectoria más fácil y posible. Pues seguramente, a lo largo de nuestra vida, tendremos la oportunidad por más de una vez, de recorrer el sendero que nos lleva al regalo supremo: el perdón de los pecados

“Cuentos que sí lo son”

A lo largo de este recorrido, se ha visto que muchas de las leyendas que aguarda la historia de este templo poblano, son producto de creencias de antaño y otros de épocas más recientes. Unos han podido refutarse por completo y de otros se mantiene la fe de que en algún momento se les pueda constatar veracidad.

Otra de las leyendas de este santuario es que fue construida en Puebla por error de los arquitectos españoles que confundieron la ciudad con la capital del país. Rumor que surge a partir de que el máximo oratorio poblano  construido en el año de 1649 antecede al recinto religioso del Distrito Federal edificado hasta 1653.

Cuento desmentido por el asesor de la catedral, Don Ignacio Juárez quien reseña el libro “Una catedral a todo color” escrito por él, en dónde muestra datos fehacientes de que ésta historia es falsa. Que esta catedral sí estaba destinada para construirse en Puebla. “Ahí explicamos, que los planos de ésta, son de ésta y la de México fue para allá; no se cambiaron, ni tampoco está hecha al estilo de un palacio como el de Versalles en Francia, este rumor salió a base de decir mentiras y la gente lo creyó”.

Gran proyecto de restauración”

Según declaraciones del Señor Ignacio Juárez, actualmente existe un proyecto de restauración de la catedral. Pues, han pasado ya muchos años y la cúpula tiene grietas, el campanario mayor también y sigue la torre derecha sin campanas.

Por  otro lado, dijo que es muy importante limpiar los alrededores de la ciudad de espectáculos que le resten a este centro de oración vista, no sólo como eso sino como pieza fundamental de la cultura humana.

Además adelantó que entre los proyectos de restauración, se colocará una imagen de la virgen de la inmaculada concepción hecha en acrílico en la cúpula de la Catedral. Ya que la que se encontraba ahí era de un material frágil que el fuerte viento tiró pero que milagrosamente, resistió en parte a la caída, y no se destruyeron ni sus manos ni su rostro. Ahora ésta ha sido restaurada y se piensa colocar un altar dedicado a ella para mantenerla segura y en adoración.

Y como dato, dijo que las tumbas de los arzobispos son abiertas en las fechas 1 y 2 de noviembre para que la gente pueda conocerlas y también para que hagan oración. Dejó abierta una invitación a todos aquellos que desean ir a la catedral, para que vayan con fe y no sólo a curiosear.  ¿Habrá sido este un meta mensaje para vos?

Lo cierto es que después de aclarar ciertos mitos importantes a cerca del centro de oración más importante en el estado de Puebla, cualquier cosa que se diga ya está por demás.

Y es que este centro no sólo es importante para lo que representa para la fe poblana, sino para el turismo internacional y nacional que entra al estado; para el fomento a la cultura y como parte del acervo cultural que represente no sólo la catedral sino la ciudad de Puebla, ambas consideradas patrimonio de la humanidad.

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